jueves, 3 de diciembre de 2009

otaniburila V

La hoja presenta una primera columna con los apellidos en orden alfabético de los compañeros (que no referiré, por legítima tutela de la discreción de los mismos), y en una columna a lado el resultado de la transformación, ocurrido como explicado. La lectura sucede con interés, algunos afrontándola con sistematicidad y valorando a uno por uno los nuevos nombres (Itaibbaila, Ingodebila...) otros, como Milo, saltando directamente al punto de la lista que lo concerne (Ravsemetila, no està mal, tiene algo bíblico), y valorando luego en desorden los otros.
Atención, exaltó N.R., algunos de estos nombres también pueden leerse como nombre y apellido: Ingo Debila, por ejemplo;
el consentimiento crece; sí, es bonito, toma la palabra Milo, que a la epoca estaba desarrollando ya un sentido hipercrítico no común, desleído sin embargo de un innato respeto por las ideas ajenas, pero notè que ciertos nombres, por ejemplo los que tienen ce-hache, se vuelven dificiles para pronunciar: mirà... Iraihcrecila;
es verdad, contesta N.R. después de una breve reflexión, pero si te fijas, parece de veras un nombre árabe, de sultán; también estos, miren, dijo indicando algunas de las rayas de la hoja: Allib Marbila, Ottib Maigila.
Los otros miembros del grupo siguen comentando la lista: Alletnacila, un poco difícil, Irarrefila, eh, yo me convierto en Isso Rila...
Milo, en el que quizás ya se podia observar embrionalmente la tendencia depresivo-pesimística, luego bien desarrollada con los años, a cierta sensibilidad en hallar a los aspectos negativos de cualquiera hecho, utensillo o persona, asume un aire dudoso: escucha, N.R., has visto que de esta forma todos los apellidos acaban en ila, a la larga podría ponerse aburrido;
la respuesta está lista esta vez: es mejor así, si no estuviera el ila casi todo los apellidos acabarían con una consonante (*), mira que feo, por ejemplo: otanibur...
todas las miradas se concentran en aquella palabra, algunos segundos de silencio, desde un estallido de aclamaciones y risotadas, palmaditas sobre los hombros: Otaniburila, repetido más veces y luego recalcado para coger la sonoridad y las posibles sugestiones semánticas, Otaniburila, para difundir enseguida, de carrera el vociferante regreso a la clase: la necesidad de condivisión (**) de la adolescencia.

(*)
en Italia la mayoria de los apellidos terminan en vocal (nota del autor)

(**)
nos encontramos investigando cual podria ser la idea que el autor ha querido sintetizar con la palabra "condivision", en cuanto podamos "deculer" (descular) el significado, corregiremos el texto (nota del traductor, Señor Profesor La Preglia)

(continua)

1 comentario:

milo temesvar dijo...

compartir? mejor "compartir" de condivision? bueno
(desde cuando LaPreglia es Profesor? no sabia de eso; es verdad que ciertos personajes toman vida propria)