Chicos, empieza N.R., tuve una idea; podríamos simular ser todos sultanes. Pero sólo al principio, para tener nuevos apellidos. Es suficiente llamarse todos Alì.
La euforia evidentemente está devorando N.R. al punto de impedirle expresarse con la debida secuencialidad. El pequeño grupo, sensible a las novedades, ya se ha animado, y exhorta el compañero a reordenar los conceptos.
Ahora les explico, recomienza N.R., sosteniendo la hoja atrás y para arriba, el texto inalcanzable a nuestra vista, listo evidentemente a proponernoslo en el momento crucial de la enunciación de su teoría. Se me ha ocurrido que si fuéramos todos sultanes...
Efectivamente, a causa de una lección bastante larga sobre el imperio Otomán, el interés por aquella cultura se abrió paso entre muchos alumnos, o quizás sólo el interés sobre ciertas prerrogativas de los Sultanes, como por ejemplo la posibilidad de tener a muchas mujeres legítimas, prerrogativa, a aquella edad, incomprensiblemente considerada ventajosa.
Se me ha ocurrido que si fuéramos todos sultanes..., quizás nos llamemos todos Alì, de nombre propio, en lugar de Roberto, Fulvio, Milo... Los chicos asienten, no esta falto de lógica.
Entonces he hecho un experimento.
¡He escrito todos los apellidos de la clase poniéndonos anteriormente Alì y (por fin enseñándoles la hoja) los he reescrito todo al revés!
(continua)
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