El recorrido geográfico e histórico de Milo Temesvar (me justificaran el repentino recurso a la tercera persona, pero es necesario para objetivar los acontecimientos) no es fácilmente sintetizable, pero por cuánto concierne el hecho en cuestión es suficiente saber que en la primera infancia hechos de familia lo han llevado lejos de su país de origen, Albania, Argentina o Armenia, el que sea) y después de un cierto número de desplazamientos a la edad de cuatro años lo encontramos arraigado a Milán, en el barrio Città Studi.
Dicho sea de paso, el encuentro entre SuperG y Milo Temesvar ocurrió frecuentándo el mismo jardin de infantes y sus trayectos escolares coincidieron hasta el segundo año segundario, año en el cual el joven Milo desvió hacia una conocida escuela privada administrada por padres barnabitas.
Estamos en aquella Tierra de Nadie del pasado durante la que Italia estaba transitando de los rutilantes años sesenta a los problemáticos años setenta (o viceversa, de los problemáticos sesenta a los rutilantes setenta, pero diría mas la primera).
La permanencia del estudiante Milo encapsulado en dicha escuela privada continuó hasta el '72 (año en el que otros cambios lo llevaron a la Capital).
Fue en aquellos años (pocos pero formativos) cerca de los barnabitas que Milo encontró estudiantes de las características más variadas, de los que sucesivamente no supo ya nada, pero que inevitablemente enriquecieron el conocimiento antropológico de los sus semejantes.
Pero vamos al punto crucial.
La ambientación es aquel patio de la escuela, durante un cuarto de hora de recreo particularmente aburrido; Milo y algunos compañeros de clase recorren, manos en el bolsillo, el camino que delimita el campo de futbol, en el que algunos adolescentes tiran pelotazos en la niebla, llamandose entre ellos con gritos groseros. El grupo de ateridos de frio está a punto de decidir regresar a clase, cuando ven a un compañero suyo particularmente agitado que los alcanza de carrera, blandiendo en la mano una hoja de papel; este personaje de que no recuerdo el nombre, (y que por lo tanto llamaremos N.R.) es un muchachito que, perfecto exponente de aquella edad que se debate para salir de la "stupidera" (*), como se dice al Norte, para entrar en no se sabe bien qué, es capaz de promover con entusiasmo cualquiera iniciativa de juego, y de sacar del horno con diligencia genialidad y boludeces sin dar el tiempo de clasificarlas en una de las dos categorías.
(*) en Argentina a esto se lo llama "edad del pavo" (nota del señor traductor Profesor La Preglia)
(continua)
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